sábado, 13 de diciembre de 2014

El Sida

El Sida
 (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida).


El síndrome de inmunodeficiencia adquirida, conocido por su acrónimo sida,1 es el conjunto de enfermedades de muy diverso tipo que resultan de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El uso de medicamentos combinados puede controlar la replicación del virus y fortalecer el sistema inmunitario; la consecuencia es que la infección se convierte en crónica y no deriva en sida, algo que, en su evolución natural y en la mayoría de los pacientes, ocurriría, como media, a los diez años del contagio, produciéndose la muerte en un periodo de tres a cinco años.
Clínicamente,  es declarado cuando un paciente seropositivo presenta un conteo de linfocitos T CD4 inferior a 200 células por mililitro cúbico de sangre. En esta condición, el sistema inmune se halla gravemente deteriorado, de modo que el paciente queda expuesto a diversos procesos patológicos generados por un conjunto de infecciones oportunistas. 
En un sentido estricto, el sida no es una enfermedad causada por el virus de inmunodeficiencia humana. De hecho, el VIH sólo es el agente etiológico de algunos procesos patológicos como el complejo de demencia asociado al sida.
La infección por VIH que produce en sus estados avanzados el sida se adquiere a través del intercambio de fluidos como la sangre, el semen, la mucosa vaginal y la mucosa anal. Otros fluidos como las lágrimas y la saliva contienen el virus en menores cantidades, de manera que la probabilidad de adquirir el VIH a través de ellos es prácticamente nula. Las formas más frecuentes de contraer el VIH son a través del coito sin condón, las jeringas y otros instrumentos punzocortantes infectados, la transfusión de sangre o productos derivados contaminados con el virus, o bien, por vía perinatal de una madre a su hijo en el parto o al amamantarlo. Pasarán algunos días antes de la seroconversión del portador del virus, después de ella tendrá la condición de seropositivo. Aunque no se manifiesten síntomas graves de la infección por VIH, el sistema inmune del paciente estará expuesto a un proceso de deterioro causado por la reproducción del virus. Eventualmente, un seropositivo desarrollará el sida en el lapso de aproximadamente 5 años o más después de la infección.
El sida y la infección por VIH son incurables y eventualmente causan la muerte. Existen tratamientos antirretrovirales que han logrado aumentar la esperanza de vida de los portadores del virus al tiempo que reducen la probabilidad de que desarrollen las infecciones oportunistas. 

 En regiones empobrecidas, miles de personas no cuentan con acceso a los antirretrovirales debido a su alto costo o a su indisponibilidad. El sida empobrece a las familias y a las comunidades, no sólo por su costo, sino porque los pacientes pueden estar incapacitados para trabajar o desarrollar su vida normal a causa de las enfermedades. Un número importante de niños y niñas quedan en desamparo por causa de la mortalidad derivada del sida.
Normalmente, los glóbulos blancos y anticuerpos atacan y destruyen a cualquier organismo extraño que entra al cuerpo humano. Esta respuesta es coordinada por un tipo de células llamados linfocitos CD4. El VIH ataca específicamente a las células que expresan el receptor CD4, una de las más importantes son los linfocitos T CD4+ y entra en ellos. Una vez dentro, el virus transforma su material genético de cadena simple (ARN) a uno de cadena doble (ADN) para incorporarlo al material genético propio del huésped (persona infectada) y lo utiliza para replicarse o hacer copias de sí mismo. Cuando las nuevas copias del virus salen de las células a la sangre, buscan a otras células para atacar. Mientras, las células de donde salieron mueren. Este ciclo se repite una y otra vez.
Para defenderse de esta producción de virus, el sistema inmune de una persona produce muchas células CD4 diariamente. Paulatinamente el número de células CD4 disminuye, por lo que la persona sufre de inmunodeficiencia, lo cual significa que la persona no puede defenderse de otros virus, bacterias, hongos y parásitos que causan enfermedades, lo que deja a la persona susceptible de sufrir enfermedades que una persona sana sería capaz de enfrentar, como laneumonía atípica y la meningitis atípica. Estas enfermedades son principalmente infecciones oportunistas. Dado que el organismo posee mecanismos de control de crecimiento celular dependiente de células CD4, la destrucción progresiva de estas células ocasionará que estos mecanismos no sean adecuadamente regulados, lo que origina en consecuencia la presencia de cáncer que no ocurrirían en personas «sanas». El VIH, además, es capaz de infectar células cerebrales, causando algunas afecciones neurológicas.
Como en los demás retrovirus, la información genética del virus está en forma de ARN, que contiene las «instrucciones» para la síntesis de proteínas estructurales, las cuales al unirse conformarán al nuevo virus (virión); es decir sus características hereditarias, que le son necesarias para replicarse. Habitualmente, en la naturaleza el ADN o ácido desoxirribonucleico es una fuente de material genético desde la que se producirá una copia simple de ARN, pero en el caso del VIH, éste logra invertir el sentido de la información, produciendo ADN a partir de su simple copia de ARN, operación que se denomina transcripción inversa, característica de los retrovirus. El virus inserta su información genética en el mecanismo de reproducción de la célula (núcleo celular), gracias a la acción de la transcriptasa reversa.

Una ‘pastilla del día de antes’ contra el SIDA

El uso de medicamentos antirretrovirales como prevención ante el virus se extiende en EE UU, donde se debate su uso. Ese interés llega a España

  • El VIH se expande en España pese a los programas de prevención
En España el Ministerio de Sanidad calcula que hay entre 130.000 y 160.000 personas con VIH. Alrededor de un tercio de estos infectados lo desconoce. Este antirretroviral se usa para su tratamiento por lo que es imposible conseguirlo si no es por prescripción médica. Aunque su tráfico es residual, su nombre empieza a resultar familiar en algunos círculos, principalmente gais. Ya hay quien empieza a interesarse por la Truvada. “¿Cuántas quieres?”, pregunta el camello al otro lado del teléfono. Tras varias semanas intentando comprar en Madrid estas pastillas de color azul, una persona en una red de contactos sexuales dice que las tiene. “Pero hay que tomarlas con cuidado”, advierte el propio camello.
Los antirretrovirales pueden producir alguna reacción adversa en función del paciente. “Al principio tuve sensación de hinchazón, pero luego se me pasó”, explica Arrizon, que lleva más de dos meses tomando la pastilla. Además, cada tres meses se hace pruebas de riñón, la eliminación del medicamento se realiza por vía renal, así como tests para controlar que no tiene ninguna enfermedad de transmisión sexual. Tres razones le motivan para consumirla: “no siempre uso condón; saber que esta pastilla reduce las posibilidades de que me infecte de VIH me relaja y, además, últimamente me cito con un chico que es positivo”. Algunos llaman despectivamente a estos usuarios truvada whores (en inglés, putas de la Truvada) porque su uso está relacionado únicamente con la práctica de sexo.
El camello finalmente cita al comprador en una esquina del barrio de Chueca. “Tienes que tomarte una diaria, tres días antes del encuentro o la orgía en la que quieras participar”, explica. Vende cada pastilla por 20 euros y reconoce tener un par de clientes más. “Se las he pasado a unos chavalitos jóvenes a los que les gusta practicar sexo sin condón”. Según las cifras sobre la incidencia del VIH en España en 2013, el sexo entre hombres sin protección representa más de la mitad de los casos de contagio (51%). Hace cinco años la proporción era unos 10 puntos inferior.
La Truvada solo se receta en España si ha habido riesgo de contagio tras una relación sexual de riesgo o un accidente sanitario. “La profilaxis preexposición se reserva exclusivamente a parejas en las que uno de los miembros está infectado”, explica una enfermera de un centro público especializado en enfermedades de transmisión sexual. La subdirectora general de Promoción de la Salud, Elena Andradas, dijo ayer que el Ministerio de Sanidad no planea extender este uso.
El tratamiento con Truvada cuesta unos 6.000 euros al año. No hay opción de conseguirla fuera de un hospital. De ahí, el emergente mercado negro. “El primer día te dejan un poco hecho polvo”, avisa el suministrador de la pastilla tomando una cerveza en un bar del barrio gay de la capital. “Pruébala y si no te sienta mal, me pides más", continúa. En cualquier caso, los expertos advierten que para que sea eficaz y proteja del contagio, hay que seguir un tratamiento médico pautado. Antes de acabar su cerveza y pasar la pastilla, elcamello da un último consejo: "Si quieres tener sexo sin condón échate un novio. Si no, protégete. Esto es un medicamento fuerte".

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